Nuestros propios Talibanes
Acerca de la búsqueda de la tradición pura.
¿Deberíamos los cusqueños tolerar acaso las danzas foráneas durante el mes jubilar?, y mejor dicho ¿no sería bueno que de una vez se prohíban las danzas altiplánicas durante estas celebraciones? Ya en años anteriores, no sólo la Municipalidad de Cusco, sino las de distritos aledaños como San Jerónimo, Pisac, para el caso de sus fiestas patronales o el propio Ministerio de Cultura respecto a la peregrinación a Qoyllorit’i se han visto en la necesidad de tratar este tema. Que no pasa solamente por la cada vez mayor presencia de danzas puneñas en las fiestas locales, sino, en el fondo, es una cuestión acerca de la modificación o no de “la costumbre”.
Mientras la dinámica de las fiestas y celebraciones tradicionales de la región sigue un curso propio, en la medida en que es resultado de la acción colectiva y de la “inercia de la tradición”, tenemos por otro lado que ha surgido a la par un discurso que con la intención de proteger la tradición auténtica, única y legítima, cae en un esencialismo, bastante folclórico se podrá decir, pero contraproducente y nocivo para la propia cultura que pretende custodiar.
Así por ejemplo, cuando el mismo Ministerio de Cultura, en su afán de salvaguardar, y poner en valor el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Región propone la peregrinación al Santuario de Qoyllorit’i, para que sea incluida por la UNESCO en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo hace dando bastante pie a esa corriente de pensamiento local que de manera amable podríamos llamar “tradicionalista”, o “purista”. Pero que no es otra cosa que una visión obtusa de lo que es cultura viva, ciega frente al cambio cultural, e intolerante respecto a la diversidad cultural propia de nuestro país.
Y estas afirmaciones no son gratuitas, paso a explicarme. La peregrinación al nevado del Sinaqara es resultado de la continuidad de un culto ancestral a los nevados y al agua, de origen no católico, y justamente esa convivencia de dos tradiciones religiosas, la andina junto a la católica, hace de esta peregrinación algo único en el mundo. Por su ubicación geográfica, estando el nevado próximo al altiplano, han participado desde siempre poblaciones vinculadas al collao, al punto que una de las danzas típicas sea Qhapaq Qolla.
Pero mientras los peregrinos fueron aumentando, también se fue diversificando la peregrinación misma: Y así primero no se dejó que las bailarinas de sayas y otras danzas puneñas bailen en el santuario vistiendo sus faldas cortas, para luego prohibir del todo la inclusión de otras danzas que no fueran “las auténticas”. Y no solo eso, están prohibidas también la lectura de la suerte sea en plomo fundido, o en hojas de coca, “por no ser parte del verdadero espíritu de la fiesta”. Y llegado a este punto están de más los comentarios. Sólo podemos decir que este año además se prohibieron los abrazos, las muestras excesivas de afecto en público, y a este paso, prohibirán que las mujeres suban en pantalón al Santuario.
Y sobre las danzas puneñas en las fiestas del Cusco podríamos decir algo semejante. Se supone que el espíritu de la celebración del Cusco en junio, y no en la fecha de su fundación española, es recordar esa historia milenaria, y recordar que alguna vez nuestra ciudad fue el centro de una gran civilización, así en los Inti raymi de antaño participaban gentes venidas de todo el Tahuantinsuyo. ¿No sería mejor pensar entonces en ampliar la gama de danzas por estas fechas, por qué no fomentar por ejemplo que se bailen también la huaconada del centro del país, o el wititi de Arequipa? Tendría más lógica que encerrarse en un regionalismo miope y fanático.