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Llocllahuancupa, los antiguos peruanos y su comprensión del “Niño Costero”.

Publicado: 2017-04-11


Se habla estos días de la naturaleza desbordada, del fenómeno del “niño costero” como un castigo divino, y también como de un castigo de la naturaleza por la contaminación del medio ambiente. Explicaciones todas que se basan en los credos del judeo cristianismo primero, y de la cultura hegemónica occidental, así por ejemplo la ciencia explica y en teoría predice el comportamiento del clima.

Sin embargo contamos también con numerosas prácticas y creencias religiosas tradicionales, que son parte del legado de los antiguos peruanos, y así están presentes por ejemplo en las formas de las fiestas costumbristas, pero también pueden estar asociadas a las prácticas agrícolas de los pueblos andinos del presente (su valoración y culto al agua y a los nevados), e incluso dichas ideas religiosas pueden asociarse al modo de construir y a la planificación urbana del Perú antiguo.

Si por un lado las religiones del libro consideran que el mundo fue creado para el provecho del hombre, para que el ser humano se sirva y domine a la naturaleza, las religiones originarias en general, tanto andinas como amazónicas consideran más bien una relación de equidad y mutua dependencia entre humanidad y naturaleza. En ese marco el clima, los ríos y la tierra no están para ser dominados ni aprovechados, y tampoco ésta deviene en la manifestación de una ira divina. No se desborda sino fluye según su propio pulso.

Por ejemplo, esta semana la arqueóloga Ruth Shady, descubridora de la antigüedad de la Ciudad de Caral, sostuvo que esta ciudad de más de cuatro mil años “está a salvo de esta emergencia climatológica básicamente porque los ingenieros y arquitectos del antiguo Perú tomaron las previsiones del caso para este tipo de situaciones”. Las cuales fueron construir la ciudad en una zona elevada y alejada del cauce del río Supe. Muy probablemente sus constructores conocieron la regularidad de este fenómeno climatológico.

El 2009 se publicó “Injurias del tiempo. Desastres naturales en la historia del Perú”, del historiador Lorenzo Huertas Vallejos, donde se hace un recuento de las sequías, terremotos, erupciones, epidemias y otras catástrofes de las que se tienen registro: En el s. IX d. C. una gran sequía de 30 años de duración aproximadamente asoló a la población Mochica en la costa norte del país. La sequía destruyó todos los cultivos, causó hambruna e incluso canibalismo.

Otra sequía prolongada alrededor del siglo X d.C. hizo que los estados Huari y Tiawanako colapsaran. Si en el norte estos eventos generan lluvias torrenciales, generalmente están asociados a periodos sin lluvias en la región sur andina, o a lluvias de corta duración pero de mucha intensidad. Así por ejemplo el niño de 1998 causó pérdidas en las campañas agrícolas producto de la escasez de lluvias sobre todo en provincias altas, pero el poblado de Santa Teresa en la provincia de La Convención fue sepultado por un huayco y se perdieron muchas vidas.

El coordinador del grupo técnico del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (ENFEN), organismo asociado al Servicio Nacional de Meteorología, Dimitri Gutiérrez ha señalado en diversas entrevistas a medios de prensa que el acortamiento de la frecuencia de eventos de El Niño podría atribuirse al Cambio Climático: "La previsión de El Niño Costero se convierte en un desafío para toda la comunidad científica internacional. Hace pocos años los modelos de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, por sus siglas en inglés de los Estados Unidos) predecían un Niño muy importante para el 2014. Eso no se llegó a producir, y estamos hablando de una agencia internacional que cuenta con todos los medios y tecnología muy poderosa para este tipo de estudios. Ni la NOAA ha podido darnos luces de esta situación".

La preocupación por el clima fue central para las culturas preincaicas aún, el 2008 se publicó: “Adivinación y oráculos en el mundo andino antiguo”, libro que reúne un conjunto de estudios sobre diversos santuarios y sitios arqueológicos aún en pie hoy en día, editado por Marco Curatola y Mariusz Ziolkowski, donde se dan luces sobre el funcionamiento, funciones y rituales en estos lugares, como Pachakamac, el templo del Sol en la Isla del Sol en el lago Titicaca, o el propio Coricancha, donde los sacerdotes fueron sabios astrónomos, expertos en la medición del paso del tiempo, y en la observación, apunte y memoria de sucesos como el fenómeno del niño. Es decir los oráculos eran dioses que predecían el futuro pero sobre la base de los eventos del pasado y de mucha información que los peregrinos llevaban a estos centros.

El arqueólogo Walter Alva, descubridor del Señor de Sipán, ha declarado estos días en entrevista dada al diario El Comercio de Lima que el fenómeno del niño “es un problema mucho más antiguo (…) hemos encontrado señales de eventos catastróficos que incluso hoy en día sería impensable manejar. Un ejemplo de sociedad que tuvo que abandonar su lugar para trasladarse a otro se dio aquí en Lambayeque, es el complejo Purulén, en el año 1200 antes de Cristo”.

En la saga de historias de dioses y héroes civilizadores de la sierra Limeña conocida como “Dioses y Hombres de Huarochiri”, libro traducido de su versión quechua original de finales del s. XVI por José María Arguedas, se relata la historia de Llocllahuancupa, hijo de Pachacamac. Lloclla es en quechua avalancha de lodo, una fuerza tal que da nombre a una huaca. Así está a la altura de Hurakan, el dios mesoamericano que da nombre a ese otro fenómeno climatológico que el hombre tampoco puede controlar.

Llocllahuancupa bien pudo ser uno de los nombres del “Niño costero”, y los sabios peruanos de antaño bien que fueron mejores previsores que los contemporáneos y grandes científicos del NOAA.


p.s. Publicado originalmente en el Suplemento Inkary Nro. 6. Diario el Sol, Cusco, 31 de marzo 2017.


Escrito por

Gonzalo Valderrama Escalante

Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional san Antonio Abad del Cusco.


Publicado en

Hanan Cuzco

Escritos desde el Sur