Ver pasado y futuro al mismo tiempo.
Algunos apuntes sobre Enero en la Palabra, el festival de poesía más antiguo del sur andino
Enero en la Palabra es un festival de poesía que llega a su edición número XXII este año. Con tres días de programación meticulosamente trabajada, entre lecturas de poemas, presentaciones de libros, y conversatorios, se constituye en una de las plazas literarias más importantes del sur andino. Concurren este año participantes de diversos departamentos, de países vecinos y lejanos, poetas de renombre y reconocida trayectoria, nuevas voces, y jóvenes promesas. Esta edición supera versiones anteriores, lo cual se hizo ya una tradición, puesto que el evento ha ido creciendo a largo de los últimos años, en términos de cantidad de participantes, pero también como propuesta.
Hacia mediados de los noventa, en las postrimerías del siglo y del milenio cuando surgía esa suerte de debate entre los escritores del interior del país y los capitalinos, se publicaron una serie de textos, entre ensayos, entrevistas, testimonios de parte a este respecto (ya Arguedas y Cortázar habían protagonizado un primer round), pero esos años las celebraciones por el quinto centenario de la conquista de América estaban cerca, y el resurgir de movimientos indigenistas habían reavivado el debate por el papel de la historia precolombina y de las culturas originarias del continente en el tiempo presente, y en las visión de país a futuro. En medio de esas disquisiciones Luis Nieto Degregori publicó su conocido texto “Me friegan los cóndores”, en el cual ponía de manifiesto esa molestia que llega a sentirse en nuestra ciudad ante el peso de la historia.
El Cusco milenario pareciera ponernos en una encrucijada, en la cual debemos elegir entre el apego, por la historia, la tradición y el pasado, o la aventura de lo moderno, de lo exótico y el futuro. Pero es un falso dilema, una confusión. Ya que tradición y modernidad no son, en tiempos de la aldea global, términos antagónicos, sino por el contrario complementarios. En enero del 1996 se optó por el nombre de Enero en la Palabra en alusión a un personaje de la mitología occidental, ese hecho de por sí era ya un enunciado frente a ese falso dilema, no había porque pensar en un nombre necesariamente en quechua para organizar un recital de poesía. Jano, el dios de las dos caras, que puede ver el pasado y el futuro al mismo tiempo. Un don del cual precisamos si no queremos sucumbir ante el peso del pasado, de los muros ciclópeos a la hora de escribir, de crear. Esta historia, las conversaciones y las tardes de lectura de clásicos quedan en la memoria de quienes participaron aquella vez en el primer Enero.
Este año cabe felicitar a los organizadores Ítalo Passano y Rocío Pilar, y a todas las instituciones que se han sumado a la realización de este festival. En su edición XXII lleva como símbolo al arcano veintidós del tarot, el loco, el cual tiene un “ethos aventurero y espontáneo, que invita a la liberación de la energía creativa”. Crear, modificar, transformar y trastocar el mundo ha sido potestad de los poetas desde siempre.