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Escudo colonial del  Cuzco

Cuzco, ciudad post apocalíptica

Publicado: 2020-03-24


Cuando me propuse escribir esta columna pensé en los numerosos datos, cifras y fechas históricas relacionadas a la llegada de epidemias a Cusco, el texto iba a comenzar reseñando el libro de David Noble Cook, La catástrofe demográfica andina 1520-1620. Alguna vez vi una entrevista a un desafortunado político peruano, que negaba el genocidio y el exterminio de una gran parte de la población americana durante la conquista, el entrevistador solo mencionó que ese tema estaba más allá de la discusión y le preguntó si conocía el libro de Cook, el cual hace una proyección, la más fiable sobre este tema, de la población en los andes a la llegada de los invasores, da un estimado de 13 millones de habitantes, que se reducen a menos de un millón, tras casi un siglo de ocupación. Inútil comentar las cifras, una sola muerte es una tragedia, e Italia muestra cifras preocupantes, y hacemos bien todos en prevenir la propagación del virus acatando la cuarentena. Estos días de incertidumbre, sobre la salud de los seres queridos, y sobre las economías familiares, generan preocupación y angustia. Y hacen mal los alarmistas que difunden fake news, aunque es natural sentirse preocupado y es prudente informarse.

Pero en eso, a media tarde de este sábado 21, pasó el temblor, mientras estaba sentado en el piso al lado de mi hija bebé, y me asusté, pensé por un rato que era yo el que temblaba, que esta suma de miedos se manifestaba en mis extremidades, pensaba en mi hija mayor ese rato, en que estar lejos de un hijo es para todo padre una herida abierta, a la que no hay que echar sal. Dijeron inmediato en redes, que el epicentro fue en Paruro, pero adolorido yo de esa distancia dije en broma que fue mi corazón que se partía.

No es momento ciertamente de entrar en pánico, de abandonarse a las bajas pasiones, como la angustia, la preocupación o la desesperación. Hasta estos días pensé mucho en mí, es cierto que en los seres queridos, pero uno piensa en la propia tranquilidad, garantizada al saber bien a los otros, no deja de ser egoísta esa sensación, toda esa lógica centrada en uno mismo, el individualismo, que es la piedra angular en estos tiempos. Curiosamente ello hizo que pensara en mi propia vulnerabilidad, decía estos días en una conversación de sobremesa que da cierta tranquilidad pensar que la población en riesgo son las personas delicadas de salud, muy frágiles por la edad o por otros males, y que si el escenario fuese otro, en el que los niños estuviesen seriamente en riesgo, el pánico seria general, y yo mismo estaría viendo la manera de aislarme junto a ellas en el paraje más remoto, por lo pronto ello no es así y uno respira aliviado pensando en la seguridad de los más pequeños. Cusco, y los Andes han sobrevivido a eventos catastróficos ya, y si los japoneses viven en una era postnuclear, los cusqueños vivimos en una era post-apocalíptica, y somos en cierta medida sobrevivientes. El investigador Julio Villanueva en su libro El Perú en los tiempos antiguos señala que: “Todo indica que el Tahuantinsuyo tenía quince millones de habitantes. En los tiempos de la Colonia la población indígena disminuyó drásticamente. En efecto, en 1620 la población llegaba sólo a los 600 mil habitantes. De 1532 a 1620, había 14.400.000 habitantes menos, en apenas 88 años. La disminución media por década fue de 1.655.172 habitantes. Por año: 165.517 habitantes. Por día: 453 habitantes”. Quienes vivimos en los andes hoy debemos recordar que nuestros abuelos sobrevivieron todo ello, y que portamos esos genes.

El título de la columna lo tomé prestado de un libro de cuentos de Enrique Rosas Paravicino; Cusco, ciudad apocalíptica, nos lleva a la ciudad en 1720, si la memoria no me traiciona, y describe la gran plaga que asoló nuestras tierras aquella vez. No es el escenario actual, pero una sola perdida ya es una tragedia. Los efectos serios serán de corte económico, la CEPAL indica que la economía de la región tendrá un crecimiento negativo, es decir, habrá numerosos hogares que reclasificarán como pobres, o pobres extremos. La burbuja de crecimiento económico ad infinitum se desinfla a nivel global, y el país podría priorizar todo proyecto estratégico que apunte a la soberanía alimentaria. Por otro lado los especialistas en medicina y psicología también indican que no solo la comida sana fortalece el sistema inmunológico, sino también las emociones positivas, la fe, la esperanza y el amor.


Escrito por

Gonzalo Valderrama Escalante

Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional san Antonio Abad del Cusco.


Publicado en

Hanan Cuzco

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