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ECOS DE POMPEYA

NUESTRA ERA TERMINA COMO SEPULTADA POR UNA ERUPCIÓN VOLCÁNICA

Publicado: 2020-04-04


Carta a los estudiantes

Todos conocemos la historia de Pompeya, aquella famosa ciudad romana, sepultada por una erupción del volcán Vesubio hace casi dos mil años. Hay una película hollywoodense que recrea el suceso, protagonizada por Kit Harington, el famosísimo actor de Juego de Tronos. Todo explota, el volcán se come la ciudad y a sus protagonistas, la acción se resume en una serie de acontecimientos, que van de lo imprevisto a lo apocalíptico. Se conoce la historia por la descripción pormenorizada que elabora un testigo presencial del suceso, un célebre historiador romano de la época, Plinio el Joven.

Estos días los filósofos e historiadores célebres de nuestra época han escrito y reflexionado sobre la pandemia del coronavirus, y todos coinciden en señalar el gran impacto sobre la economía mundial, en principio, y luego se ha dicho también que se trata de un golpe aun mayor sobre el mismo modelo económico y aún incluso sobre el modelo civilizatorio. Se trata así en realidad de un cambio de era, que estos días transcurre de manera acelerada frente a nuestros ojos. Podría decirse que el impacto de la pandemia ha explotado como un volcán y está sepultando la modernidad, sus relatos y proyectos durante esta cuarentena.

Escribo estos apuntes sobre el suceso desde Cusco, la antigua capital del Tahuantinsuyo. Y escribo mientras pienso en el desarrollo de las clases, interrumpidas por la cuarentena, con la intención de compartir algunos puntos de vista, e ideas sobre cómo afrontar estos días, por lo pronto como alumnos, estudiantes todos tanto educandos como educadores.

Días de incertidumbre

“Una crisis económica sin precedentes requiere medidas sin precedentes”. Lo dijo la ministra de economía en la última rueda de prensa. Usa un lenguaje neutro, es función de los políticos mantener el orden y convocar a la calma. A nivel internacional las declaraciones públicas sobre las repercusiones de esta pandemia tienen tonos similares, no podría ser de otro modo. Un político no podría decir “es momento de entrar en pánico”. Así entonces, Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, ha declarado estos días que: “se prevé como mínimo una recesión tan aguda como durante la crisis financiera mundial del 2009 o peor, pero esperamos una recuperación en 2021”. La ciudadanía informada por otro lado suele cuestionar siempre las versiones oficiales, cumple el rol de decir por ejemplo: “El ‘esperamos’ de Kristalina transita los senderos de la fe, del deseo, pero por el momento no se vislumbra cuál será la salida a la catástrofe que amenaza las condiciones de vida en todo el planeta y que está conduciendo a cambios (el futuro dirá cuán profundos) en las formas de pensar”.

Es posible afirmar que habrá un periodo de crisis palpable. Muchísima gente se volverá pobre o pobre extrema, habrá desempleo masivo, y quiebras empresariales generalizadas. Ello derivará incluso en que se vuelva al modelo en el que los estados se encargan directamente de sectores estratégicos, y así se nacionalizarán determinadas empresas a nivel global, algo inimaginable hasta ahora.

Pero no es este un texto catastrofista, a pesar del título, sino propositivo, entonces a la pregunta ¿qué podemos hacer como ciudadanos en general, y como miembros del sector educación en particular? podemos decirnos que, al igual que los ciudadanos de Pompeya durante la erupción del Vesubio, tenemos básicamente dos opciones:

La primera, aferrarnos a las viejas estructuras, pensar que nada cambiará realmente; la sociedad del consumo, el neoliberalismo, el paradigma del crecimiento económico constante como meta de todos los países, son como los edificios de Pompeya, podemos permanecer en ellos y esperar que la tormenta pase, en tal caso conocemos cómo acaba la historia, quedaremos petrificados en el tiempo.

Una segunda opción es abandonar las viejas estructuras, dejar la ciudad, cuyo destino está sellado, y más bien buscar nuevas formas de organización económica, política, más aún: construir nuevos relatos que ordenen y le den sentido al mundo, y a nuestros propios proyectos de vida en este nuevo mundo.

Nótese que entrar en pánico no es una opción. A estas alturas del relato uno puede buscar con quién identificarse en la película. Kit Harrigton, Jhon Snow es un romántico, y se queda en la ciudad, intenta huir claro, pero ya cuando es demasiado tarde. Yo en lo personal me identifico con otro personaje de esa historia, no aparece en la misma película, pero hay toda una serie documental de la BBC de Londres sobre él; Plinio el Joven.

¿Qué hacía Plinio el Joven mientras el Vesubio explotaba?

En una sola palabra: Estudiaba. Su relato es impresionante, forma parte de los textos de los autores de la antigüedad clásica. Y ha servido a historiadores, pero también a las ciencias naturales, al punto que los vulcanólogos han catalogado ciertas erupciones como “plínicas”. Y nos sirve ahora como ejemplo: Cuando ocurre el suceso tiene alrededor de 17 años, y según cuenta, se hallaba dedicado a sus deberes de estudiante, mientras empezaba el fenómeno. A sugerencia de su tío, Plinio el Viejo, deja la lectura en la que está abstraído (La historia de Roma, de Tito Livio) para hacer una descripción detallada del fenómeno, y en el momento en que se dan cuenta que se encontraban en peligro, abandona el lugar, no sin antes socorrer a todos los que puede. Así que mientras John Snow está peleándose a punta de espada contra los malos y vengándose de todos los que puede entre los escombros de Pompeya, Plinio el Joven está formándose como el historiador que será, y también está produciendo conocimiento. Creo nos toca imitarle.

Estudiamos cursos de sociales, debemos enfocarnos, la antropología y sus aportes nos permitirá entender las dinámicas de cambio social y cultural que se vendrán; revisar y discutir la historia reciente del país, y su relación con procesos de escala mundial nos permitirá adaptarnos a estos nuevos tiempos en la medida en que las experiencias históricas nos señalen los derroteros a seguir, sin caer en viejos errores. Y desde nuestros propios campos de acción y proyectos de vida, podemos generar también, hoy más que nunca, propuestas y soluciones.

El famoso sociólogo francés Alain Touraine, autor de Critica de la modernidad, ha dicho respecto a esta crisis del coronavirus que: “lo que hay es un derrumbe de lo que, en la sociedad industrial, creaba un sentido: el movimiento obrero. Es decir, hoy no hay ni actores sociales, ni políticos, ni mundiales ni nacionales ni de clase. Por eso, lo que ocurre es todo lo contrario de una guerra, con una máquina biológica de un lado y, del otro, personas y grupos sin ideas, sin dirección, sin programa, sin estrategia, sin lenguaje. Es el silencio”.

Crisis civilizatoria, miedo y cambio

"La pandemia actual es solo un aspecto de la crisis planetaria provocada por el hombre, conocida como el Antropoceno; el cambio climático fuera de control y la pérdida de biodiversidad son otros, y todos están conectados. COVID-19 nos confronta con una crisis de civilización tan inmediata y tan severa, que la única estrategia real será la que pueda alcanzar y sanar la red de la vida", leo en un portal del Observatorio Plurinacional de aguas, que pertenece a un grupo de activistas ecologistas. Estos días todos hemos procurado buscar información, y así orientarnos. Personalmente he revisado toda información que pueda dar luces para saber cómo será la vida, el país, el mundo en las próximas semanas, esta misma fecha el próximo año. No puedo no recordar el clásico de Marshall Bergman Todo lo sólido se desvanece en el aire, sobre la experiencia de la modernidad, sólo que ahora la propia modernidad va desvaneciéndose como lágrimas en la lluvia, mientras el gobierno dicta cada vez medidas más serias para controlar el toque de queda y los derechos básicos ciudadanos han sido suspendidos.

Leo también la historia de un periodista en España que cuenta su experiencia al enfermar con coronavirus, Jaime Rodríguez tiene 46 y enfermó gravemente, se recuperó claro, pienso, yo mismo tengo ya 42: “Esta noche me he despertado cuatro veces. He tenido pesadillas en las que no podía respirar. He soñado que recaía y moría… He pensado que esta es la primera de una serie de pandemias que se repetirán cada pocos años. He pensado que es la vida buscando su equilibrio. He pensado en el discurso del agente Smith en Matrix: nosotros somos el virus... Y tengo miedo. Me duelen los brazos como cuando veo que mi hijo se acerca al borde de la azotea. Me sudan las manos. Tengo miedo de esta desconexión insondable y pesada conmigo mismo. Tengo miedo de no poder cerrar los ojos sin pensar en lo que debo hacer”.

Sólo quiero decir que también he sentido miedo, de hecho el personaje de esta historia, Plinio, también describe sus momentos de estupor frente al Vesubio y su columna de humo elevándose a la estratósfera, pero no permanece petrificado. Plinio corre fuera de peligro y vive una larga vida, con la sensatez para vivirla, obvio. También hay que decir que puede escapar porque tiene los medios para hacerlo, una suerte de pequeño yate de la época. Insisto, debemos imitarle, y conseguir también los medios para superar esta coyuntura.

Una agenda inmediata: Cerrar la brecha tecnológica

Siendo prácticos podemos enfocarnos en un primer objetivo, reaccionar proactivamente y trabajar para cerrar la brecha tecnológica existente en nuestro país. Al igual que los recursos necesarios para enfrentar las catástrofes climáticas, que implican una fuerte inversión pública, y también necesariamente esfuerzos individuales, y familiares, los recursos para generar una fuerte infraestructura tecnológica (que nos permita por ejemplo continuar con las clases a distancia sin los inconvenientes de estos días: un servicio de red deficiente, que además no es de acceso universal), tendrán que implementarse a la brevedad. El costo de todo ello tendrá que ser compartido, entre individuos y Estado. Y en este punto podemos plantear algo en concreto: El Estado debe garantizar a partir de esta crisis, el acceso universal al servicio de banda ancha de internet, para todos los estudiantes del país, en primer lugar.

La modernidad tuvo como marcador de época la universalización del acceso a servicios de saneamiento básico: agua potable y desagües. Se sabe tienen una relación directa por ejemplo con las tazas de mortalidad infantil a causa de infecciones respiratorias agudas y enfermedades diarreicas agudas, tanto así que el acceso a estos servicios se volvió un derecho ciudadano básico a lo largo del siglo XX, y la diferencia entre los países y regímenes modernos y aquellas tiranías o dictaduras de países subdesarrollados o relegados en el tiempo. Cuando Cusco a principios del siglo XX realiza la primera reforma universitaria y se moderniza con la llegada del tren y del avión, implementa al mismo tiempo una red de agua entubada y de desagües, el personaje que se encara de ambos temas es curiosamente el mismo, A. Giesecke, primero como rector de la Universidad San Antonio y luego como alcalde de la ciudad.

Países asiáticos como China y Corea han logrado frenar los efectos catastróficos de un contagio exponencial de covid-19 en sus países gracias al uso de nuevas tecnologías, I.A., que han permitido monitorear, y alertar a sus ciudadanos de la proximidad con posibles portadores del virus, y para todo ello ha sido necesario que estos ciudadanos hayan estado conectados a la red. Así, si el acceso a una pileta con agua potable tiene un efecto directo en la disminución de IRAS y EDAS, hoy el acceso al internet hace una diferencia en el manejo de la pandemia.

Desde el sector educación debemos insistir en que a partir de esta coyuntura, el acceso al servicio de internet para los estudiantes en particular y para los ciudadanos en general debe ser considerado una prioridad nacional, y un derecho ciudadano, y el Estado debe garantizar el acceso universal a este servicio.

De un mundo distópico a la utopía

Circuló un meme con la imagen de alivio de un famoso actor, con la leyenda “cuando es el fin del mundo, pero recuerdas que el Cusco es inmortal”. Podría ser un resumen de cómo viene al caso el libro del historiador Alberto Flores Galindo Buscando un inca. Identidad y utopía en los andes. Buscar en nuestras raíces en esta suerte de pachakuti o cambio de era es una buena idea, recordemos que somos uno de los focos civilizatorios de la humanidad.

El estilo de vida que conocíamos no volverá, es una idea difícil de aceptar, yo mismo no termino de digerir que la caída del imperio romano, la caída de Constantinopla, la invasión del Tawantinsuyo sucede ante mis ojos. Expertos del MIT y del Imperial College de Londres, dicen que viviremos en una cuarentena permanente. Y que “nada volverá a la normalidad después de unas semanas, ni siquiera de unos meses. Algunas cosas nunca volverán a ser como antes”. Pero, no es el fin de la humanidad así como Pompeya no fue el fin del imperio romano, que duró mil cuatrocientos años más. Hacía bien Plinio el Joven estudiando la historia de Roma mientras explotaba el Vesubio.

Otro meme viral estos días llamó mi atención, el humor ayuda en situaciones de crisis, y permite plantear asuntos crudos de manera directa: Tres universos distópicos coinciden en parte y pareciera que de pronto nos encontramos en medio de ellos. Se trata de situaciones no deseadas, Un mundo Feliz, escrito por Aldous Huxley nos presenta un universo en el que las libertades individuales han quedado suprimidas, Farenheit 451 de Ray Bradbury desarrolla una idea similar, en ese mundo los libros son quemados, con la intención de provocar el olvido de todo aquello que pueda ser diferente del statu quo.

Podemos proponer un círculo más a esa imagen, un escenario utópico, es decir deseado, similar al de la utopía andina. Podemos como cusqueños buscar en nuestras raíces el material para construir el futuro inmediato, y si la modernidad y sus relatos, argumentos, paradigmas van siendo cubiertos como por las cenizas de un volcán al igual que Pompeya, de seguro podemos buscar las imágenes de un nuevo mundo en el fondo de esas lagunas altoandinas, donde todos los insectos de Europa se ahogarían.


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1 Byung-Chul Han https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

2 http://laizquierdadiario.com/El-Covid-19-el-fantasma-de-la-depresion-y-los-limites-del-capitalismo?fbclid=IwAR2nWl2XOs8CFTWpAiRRUmoeVwguVIF1EhAx_IZWMhJG0HzATp74f9TWqGU

3 Pompeya, a la sombra del Vesubio. https://www.youtube.com/watch?v=MdfKG17ZdCM&t=651s

4 https://elpais.com/ideas/2020-03-28/alain-touraine-esta-crisis-va-a-empujar-hacia-arriba-a-los-cuidadores.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR2DBca739RpekRINuubKDXx7N1z27vq_wxKCbk1kf7Jqvj9T_EvgtFaYvc

5 Ashish Kothari, Arturo Escobar, Ariel Salleh, Federico Demaria, Alberto Acosta

https://oplas.org/sitio/2020/03/29/ashish-kothari-arturo-escobar-ariel-salleh-federico-demaria-alberto-acosta-puede-el-coronavirus-salvar-el-planeta/?fbclid=IwAR2FTE7mKvwJHVRMgW8bIBa3amVB_DnmgOPWtiYlEFty5tuTeCK7K5kEt1Q

6 Jaime Rodríguez “El miedo en tiempos del coronavirus. Crónica sin aire desde un hospital en Madrid”.

https://www.vice.com/es_latam/article/8843x5/el-miedo-en-tiempos-del-coronavirus?fbclid=IwAR3NYo4KPsUJKW6X2ko4xZ8MEC6GdHGhAEwZlWNGkWCNOrSzuKsVrtj0L1I

7 Gideon Lichfield https://www.technologyreview.es/s/12034/aceptemoslo-el-estilo-de-vida-que-conociamos-no-va-volver-nunca?fbclid=IwAR3a1kDsTaEEuCOtXDDQEKvPs5ydWmDpsB5x3GQ6VpT3YDlML5jHOq4e9Hc


Escrito por

Gonzalo Valderrama Escalante

Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional san Antonio Abad del Cusco.


Publicado en

Hanan Cuzco

Escritos desde el Sur